Presidente de ACDE Córdoba
Interesa particularmente analizar la
presencia transformadora del empresario privado en la Argentina del nuevo
siglo y, paralelamente, avanzar en las condiciones tanto económicas como de
organización social y espiritual que lleven al pleno desarrollo y
reconocimiento de la importancia de esta función. Por supuesto, sin descuidar
su tarea conjunta con el resto de las fuerzas productivas y la sociedad
toda, de tal forma de comprometerse a un dominio del mundo material
que permita superar la indigencia y pobreza y aspirar a un mundo de
oportunidades, mayor producción y empleo como base de una sociedad que
privilegie los valores éticos y el destino trascendente del hombre.
Debe remarcarse que los
razonamientos que se ponen a consideración de los empresarios tratan de ser
realistas, es decir, en el marco de
Argentina en el año 2011,
a las puertas de una elección presidencial, donde el
centro del debate debería ser la temática planteada en el mundo
económico-social, el papel del empresario como sujeto activo para una solución de largo plazo sustentable y las
condiciones y requisitos de política económica a garantizar como centro de un acuerdo
social.
1.- SITUACIÓN de la ARGENTINA ACTUAL :
Nuestra sociedad,
luego de un largo proceso que devino posterior a la crisis 2001-2002, puede ser
caracterizada por los siguientes elementos:
a)
Sociedad “subsidiada”:
Nuestra sociedad puede ser caracterizada en
este momento como una “sociedad subsidiada”.
¿Qué significa esto? . Cuando en
la década del 50 se popularizó el libro de teoría económica de Paul A.
Samuelson, al explicar el circuito económico, se colocaba al costado una
“bomba” antigua con la cual, conectada al circuito económico, se llevaba a cabo
la tarea, por parte de la política económica, de “cebar la bomba”, de tal
manera que, aumentando el gasto, se promovía la producción y el empleo en
épocas de recesión, como ejemplo típico de la entonces política anticíclica
keynesiana.
Así, Argentina en este momento puede caracterizarse como una sociedad(debe
notarse que no se dice una economía sino una sociedad) “cebada”. Ello implica,
subsidios de todo tipo que tergiversan los verdaderos costos de los servicios,
beneficiando no solamente a los sectores de bajos ingresos; facilidades en
materia de crédito para abaratar el consumo más allá de las posibilidades de
consumo ligado a los ingresos reales; multiplicación de las carteras de créditos
para automóviles sin incentivos para acceder a la vivienda familiar; economía
recalentada que reinicia la espiral precios-salarios y el aumento del consumo para resguardarse de
la variación de precios; planes sociales que mantienen a los pobres en una
situación que les impide superar la pobreza estructural desviándose de la
estrategia que hoy se sigue en América Latina en cuanto a los programas de
transferencia condicionada(PTC), cuyo objetivo es atender al pobre, pero, con
requisitos que lo lleven a superar la situación de indigencia con trabajo.
El riesgo de esta situación es que,
de esta forma, “cebando la bomba” y fomentando el consumo con deterioro de la
inversión y las exportaciones, se ha
estructurado una política económica que hace pensar en una situación de
crecimiento y distribución del ingreso con bases económicas no sustentables
para el largo plazo.
Dos características destacadas, como
consecuencia de las políticas públicas implementadas a partir de 2001-2002, lo
constituyen el intervencionismo estatal y el clientelismo económico y social,
dando como consecuencia una falta de perspectiva en cuanto a reglas de juego de
largo plazo que permitan un papel activo y transformador del empresario
privado.
b) Idea
clave: La política que sirvió para salir de la crisis 2001-2002 no es útil para
construir el largo plazo y dar un futuro a la sociedad:
Se insiste reiteradamente, más aún
con los climas electorales, que debe profundizarse la orientación del actual
proceso económico-social, que permitió según sus sostenedores, reindustrializar,
crecer a tasas elevadas y mejorar la distribución del ingreso. Debe
reconocerse que lo implementado post
crisis 2001-2002 posibilitó salir de la misma, pero este proceso se agotó en el
año 2006-2007. Precisamente, el análisis económico-social es relativo en el
tiempo, es decir, ya va a contabilizarse un lustro sin reacción de nuestra
sociedad para pasar a un nuevo estadio de desarrollo.
Debe quedar claro que lo que
permitió superar la caída del PBI real
por habitante del 25%, acaecido en el 2001-2002, apalancado fuertemente por los
precios de las commodities y la revolución agrícola nacional, no llevó a la
industrialización ni permitió superar en forma sustentable la indigencia y
pobreza, visto el proceso a las puertas de un acontecimiento relevante como es
la elección presidencial de Octubre de 2011.
Precisamente, si se tienen en cuenta
la evolución del PBI y su composición, puede demostrarse que la orientación
económico-social impresa desde 2001-2002
no lleva a la industrialización y su dinámica se agotó en el año 2006, momento
en que se recuperaron los niveles de PBI previos a la crisis y los asalariados
restablecieron los ingresos nominales de
fines de 2001. Por el lado de la oferta de bienes, se destacó la concentración
de la producción en cereales, preferentemente soja, en productos primarios;
desarticulando la oferta de carnes y lácteos y permitiendo, solamente, la
presencia de rubros agroindustriales de bajo valor agregado como son grasas y
aceites y desperdicios de la industria alimenticia. Paralelamente, en todo el
sector de las manufacturas de origen industrial, la respuesta se concentró en el acuerdo
automotriz argentino-brasileño y todos los restantes sectores de mayor valor
agregado mostraron evoluciones poco dinámicas con respecto al dominio de
material de transporte.
En lo que hace a la justicia
distributiva post crisis, indigencia, pobreza, empleo y salario real
evolucionaron favorablemente en la etapa 2001-2006, recuperando los niveles precrisis,
pero desde el 2007 en adelante, indigencia y pobreza se mantuvieron en niveles
elevados cercanos al 30%(con datos no oficiales) y el empleo generó puestos de
trabajo con dos características destacadas: el 40% del mercado de trabajo tiene
informalidad(sin aportes jubilatorios y de salud) y, tanto o más importante
aún, las remuneraciones que se acuerdan, se encuentran por debajo de los
niveles de ingreso necesarios para superar la pobreza.
Es decir que, no solamente no se
avanza en la generación de mayor valor agregado, sino que los puestos de
trabajo que se generan son de baja calidad y mal remunerados. Esta realidad llama la atención sobre la
limitación central de las políticas públicas implementadas desde el 2001-2002
en cuanto a que no solamente no llevaron a la industrialización y
diversificación productiva con mayor valor agregado, sino que, paralelamente,
al no implementar una política de competitividad y educación del capital humano
vinculado a la producción, no generaron puestos de trabajo de mayor calidad
mejor remunerados. A todo lo anterior
debe agregarse el aislamiento internacional, tanto financiero como productivo,
que la política económica implementó en los últimos años para aumentar el proteccionismo
y reducir la interdependencia, no solamente internacional, sino inclusive
dentro del mismo MERCOSUR.
c) La estructura de las
relaciones internacionales certifican las limitaciones de la estrategia de los
últimos años.
En base a las relaciones comerciales
internacionales de 2010, pueden identificarse dos limitaciones estructurales de
la actual situación de la economía argentina que la hacen altamente vulnerable,
tanto en estrategia productiva como de distribución del ingreso.
China y Brasil concentran el 31 % de
las ventas externas. Por medio de China, colocamos la oferta primaria que
sustenta a la vida rural y, por vía de Brasil, la más importante oferta
industrial que sostiene la actividad urbana.
Estos dos mercados suponen una alta
concentración crítica, no solamente por el nivel de nuestras ventas, sino por
la composición del intercambio. Dos cuestiones a resaltar. La primera es que
ambas economías están muy expuestas a la volatilidad mundial, que no cesa y
cada día nos da una sorpresa. La segunda, se deriva de la composición del
intercambio.
En China vendemos primarios(soja) y aceites de soja(agroindustria de bajo valor
agregado). A su vez importamos bienes de capital, partes y piezas de bienes de
capital y bienes intermedios. Es decir
bienes con valor agregado. La naturaleza
del intercambio es la base de un problema estratégico central: Todo lo que
China demande aumentará de precio y todo lo que China genere y exporte se
abaratará de precio. Si el “modelo” basa su industrialización, precisamente, en
lo que China produce para pagar sus alimentos, se verá nuestra sociedad muy
comprometida en la estrategia de largo plazo, requiriéndose una reconversión
productiva con una nueva estrategia.
A su vez en Brasil, Argentina está concentrada en material de transporte en cuanto a ventas
industriales, mostrando una muy baja dinámica, relativa a la automotriz, en el
resto de los sectores manufactureros.
Una excepción es la molinería aunque con problemas comerciales. De esta
manera se concreta una elevada concentración en la oferta exportable de
manufacturas industriales siendo, paralelamente, notoria la composición de las
compras argentinas a Brasil en materia de bienes de capital, partes y piezas de
bienes de capital e insumos industriales. Con Brasil se impone una política que
aumente las ventas con valor agregado a la octava economía más grande del
mundo, basadas en las elevadas importaciones extrazona(fuera del MERCOSUR) de
nuestro principal cliente comercial.
De
esta forma, la orientación de la política económica y social de los últimos
años, no solamente no ha llevado a la industrialización en general, sino que ha
concentrado las ventas por productos y mercados, introduciendo una alta
vulnerabilidad que debe llevar a una estrategia de largo plazo que no es la
implementada desde el 2001-2002.
2.- EL PAPEL DEL EMPRESARIO: La realidad vista desde ACDE
Córdoba
Ante una realidad argentina como la
presentada en los apartados anteriores, ¿Qué visión es posible proponer desde la Asociación Cristiana
de Dirigentes de Empresa?. No nos centraremos en un enfoque técnico-económico,
que puede ser provisto por otras fuentes, sino en una visión valorativa.
Dos
ideas, basadas en la Doctrina Social
de la Iglesia ,
son relevantes para poner al empresario privado ante esta realidad y proponer
una forma de posicionarse activamente, con actitud transformadora y de servicio.
Ello permitirá afrontar la tarea de dominio de la naturaleza, por medio de la
organización de la producción, y ponerla a disposición de la sociedad para la
satisfacción de las necesidades.
Estos
dos principios son el de SUBSIDIARIEDAD Y EL DEL EMPREARIO INDIRECTO, pasando
por las responsabilidades del EMPRESARIO DIRECTO.
a) El principio de
subsidiariedad:
El
principio de subsidiariedad es expresión inalienable de la libertad humana. La
subsidiariedad es ante todo una ayuda a la persona a través de la autonomía de
los cuerpos intermedios. En este contexto, la iniciativa económica es un
derecho de las personas, cuerpos intermedios, regiones, cooperativas, y toda
otra forma de apropiación no estatal de tipo social. Con el principio de
subsidiariedad contrastan las formas de centralización, de burocratización, de
asistencialismo, de presencia injustificada y excesiva del Estado y del aparato
público. La ausencia o el inadecuado reconocimiento de la iniciativa privada,
incluso económica, y de su función pública, así como también los monopolios,
contribuyen a dañar gravemente el principio de subsidiariedad.
Dentro
de esta concepción, diversas circunstancias pueden aconsejar que el Estado ejercite una función
de suplencia. Dos realidades, por lo menos, llevarían a esta intervención
supletoria. Una, situaciones donde es
necesario que el Estado mismo promueva
la economía, a causa de que la sociedad civil no responde para asumir autónomamente la iniciativa. Otra, cuando se
presentan realidades de grave desequilibrio e injusticia social, en la que
solamente la intervención pública puede
crear condiciones de mayor igualdad,
justicia y paz.
A
la luz del principio de subsidiariedad, sin embargo, la suplencia institucional
no debe prolongarse y excederse más
allá de lo estrictamente necesario, dado
que encuentra justificación sólo en lo
excepcional de la situación.
En
todo caso, el bien común correctamente entendido, cuyas exigencias no deberán
en modo alguno estar en contraste con la tutela y la promoción del primado de
la persona y de sus principales expresiones sociales , deberá permanecer como el criterio de discernimiento acerca de
la aplicación del principio de subsidiariedad.
A
este principio cabe hacerle dos comentarios importantes que tienen como fuente
el Documento “Iglesia y Comunidad Nacional” de la Conferencia Episcopal
Argentina y la Encíclica
“La Caridad
en la Verdad ”
de Benedicto XVI. Un documento de hace varias décadas y, otro, muy reciente.
Tomando
como base el documento referido de la Conferencia Episcopal ,
puede decirse que, socialmente, la
acción del aparato público debe realizarse en el marco de una política de
promoción y apoyo a la iniciativa de los cuerpos sociales intermedios, no
estatales, para lo cual creará las condiciones y políticas públicas
consecuentes tratando de privilegiar la justicia distributiva y la anticipación
y solución de los conflictos sociales. No puede realizarse una acción
intervencionista o estatizante sin política de promoción de la actividad social
de los cuerpos intermedios y, siempre, poniendo como primer objetivo el bien
común, que le dará equilibrio en los alcances.
Más
recientemente, Benedicto XVI, en su primera encíclica social, llama la atención
sobre un aspecto que se deriva del predominio persistente del binomio
mercado-Estado, acostumbrándonos a partir de ello a pensar exclusivamente en el
empresario privado de tipo capitalista sin valores sociales, por un lado, y en
el directivo estatal intervencionista, por otro. Ante esta dupla, cuando la
lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de acuerdo para mantener el
monopolio de sus respectivos ámbitos de influencia, se debilita a la larga la
solidaridad en las relaciones entre los ciudadanos, como también la
participación y el sentido de pertenencia en un proyecto social común.
Ante
estas consideraciones del papel del empresario privado en la sociedad y del
alcance del principio de subsidiariedad, debe destacarse que la iniciativa
empresarial tiene y debe asumir cada vez más un significado polivalente,
comprometiéndose socialmente y potenciando la ética y los valores que lo
acercan a la sociabilidad. Debe superarse el binomio mercado-Estado que corroe
la sociabilidad y deben proponerse nuevas formas de economía solidaria con un
papel activo de todo emprendedor no público, individual o cooperativo, que
encuentre su terreno fértil en la sociedad civil, aunque no se limiten a ella,
creando ante todo sociabilidad en el marco de reglas de juego basadas en el
principio de subsidiariedad.
De
esta forma, la subsidiariedad es un principio de valor universal en el espacio
y permanente en el tiempo. Tiene un ámbito subjetivo, desde el cual se sitúa al
individuo ante cualquier asociación o comunidad superior a él, aunque inferior
al Estado. A su vez, relaciona a las comunidades menores e inferiores con la
comunidad más alta y mayor. Paralelamente, existe un aspecto objetivo en lo que
hace al principio de la función subsidiaria: impone un reparto de tareas y
competencias y el respeto más absoluto a ese reparto, constituyéndose este
aspecto objetivo en un enfoque relevante en lo que hace a los distintos
sistemas que se le presentan al hombre contemporáneo para resolver sus
problemas.
A
pesar de lo que se expresa anteriormente, en lo que hace a la acción
subsidiaria del Estado, puede observarse una ampliación creciente de la
intervención de la sociedad mayor con una extensión de sus manifestaciones, la
cual, lejos de ser opuesta a la subsidiariedad, es, por el contrario, una
expresión de ésta. El desarrollo impresionante de la humanidad en cantidad y
complejidad, ha provocado dentro de la repartición objetiva de tareas y
competencias, un corrimiento de las mismas hacia el Estado. De todos modos, este fenómeno contemporáneo
debe dejar siempre en manos de las personas y de las comunidades inferiores lo
que éstas pueden seguir realizando por sí mismas, discriminando las
competencias, tal como se dijo más arriba, según el principio del bien común,
que debe ser discernido participativamente por toda la sociedad.
Como
conclusión del principio de la función subsidiaria como centro de la
organización social, la presencia del Estado se legitima si, privilegiando el
bien común, está presente en el marco de una política económica, social y de
calidad institucional en la cual
fomenta, estimula, ordena, suple y completa la acción de los individuos y de
las sociedades menores.
b) El triple ámbito en el que
se encuentra inmersa la actividad empresaria
Si
las relaciones fundamentales en la que se encuentra inmersa la organización de
la producción está constituido por un contexto socio-cultural que la
condiciona, se abren por lo menos tres ámbitos de análisis que deben ser
destacados: las relaciones del empresario con el Estado; las responsabilidades
del empresario “indirecto” y, finalmente, las responsabilidades del empresario
“directo”.
- La relación entre el
empresario y el Estado:
Comenzando
con la relación entre el empresario y el Estado, el concepto de “empresario
indirecto”, que ya presentaremos por
separado, puede aplicarse a toda la sociedad y, en primer lugar, al Estado. Una
cuestión fundamental es la incidencia de la sociedad mayor sobre las decisiones
de producción y empleo de la empresa, por su papel a nivel macroeconómico, por
medio de la política económico-social y su estabilidad en el tiempo. Cuanto más
inestable sea la política económica y social implementada por el poder político
y cambiante en el corto plazo, las decisiones de producción e inversión por
parte del empresario se verán dificultadas para diseñar su estrategia en una
perspectiva de mediano y largo plazo, haciendo más compleja la evaluación de su
responsabilidad tanto privada como social.
Existe,
por lo tanto, una importante relación entre las funciones del empresario y sus
alcances privados y sociales con los
responsables de la política económica y social(básicamente el Estado). De aquí se deduce que una condición necesaria
para el ejercicio de la función del empresario privado en forma más acorde a
las exigencias del crecimiento sostenido y la justicia del proceso productivo,
será garantizar por períodos largos la
estabilidad de las condiciones legales e institucionales que afectan la organización
de la producción.
- Las responsabilidades del
“empresario indirecto”:
Este
concepto, además de las condicionantes que se derivan de un sujeto principal
como es el Estado, incluye una cantidad de instituciones y personas, así como
las concepciones culturales mismas de la sociedad sobre el trabajo y la
organización de la producción. Es decir que el “empresario indirecto”, como
condicionante de la actividad y decisiones del “empresario directo”, comprende
no solamente a las reglas de juego y de política económica que fija el Estado,
sino también a múltiples instituciones intermedias que afectan las tareas del
empresario, ya sean sindicatos, organizaciones no gubernamentales,
organizaciones intermedias y hasta concepciones culturales generalmente
aceptadas por la sociedad. Este entramado abarca tanto el ámbito nacional como
internacional, ámbito este último donde la sociedad debe contemplar una
estrategia de inserción internacional que le permita encuadrar los efectos de
la interdependencia mundial que trae consigo la globalización.
Ante
esta concepción del “empresario indirecto”(primero el Estado y luego todas las
instituciones que afectan la actividad de organización de la producción), rige
plenamente el enfoque presentado para el principio de la función subsidiaria,
en el sentido de que el “empresario directo” necesitará, para su desarrollo,
reglas de juego estables que le permitan desarrollarse plenamente, sin
interferencias, según la división objetiva de tareas y responsabilidades que,
socialmente, deben acordarse, según el principio de subsidiariedad, a partir de
un consenso social participativo.
- La responsabilidad del
EMPRESARIO DIRECTO:
Cuando
se habla del empresario DIRECTO, nos estamos refiriendo al empresario privado,
individual o colectivo que, por propia iniciativa y riesgo, participa de una
economía libre de mercado o, a lo sumo, mixta.
En
una economía tan intervenida por sociedades de mayor grado y especialmente por
el Estado, debe marcarse que la iniciativa económica es un derecho de la
persona, individual o colectiva, y no del Estado. Por lo tanto, debe sostenerse
la necesidad de promover la función del empresario para generar producción y
empleo y conseguir la máxima utilización de los recursos humanos y materiales.
También debe reconocerse, como se trató en el apartado del principio de
subsidiariedad como base de la filosofía social, la necesaria participación del
Estado como sociedad mayor, pero, siempre equilibrado por la consecución del
bien común de la sociedad. Solamente un diálogo maduro y participativo de las
empresas con el Estado y la sociedad civil, permitirá arribar a una visión
consensuada del bien común que permita una división equilibrada y estable de
roles y responsabilidades dentro de una aplicación objetiva y práctica del
principio de subsidiariedad.
En
este contexto, pueden marcarse por lo
menos tres responsabilidades básicas para el empresario DIRECTO.
La primera y relevante o de naturaleza
primaria, es la de proveer con diligencia a la solución de los problemas que se
presentan en la organización de la producción. Conseguir en forma estable la
permanencia en el tiempo de la fuente de producción y empleo se constituye en su
principal responsabilidad, privada y social. Si esta tarea es exitosa
permanecerá en el mercado, y si no lo consigue desaparecerá como actividad, lo
que se constituye en la principal penalidad y el fracaso en la tarea de
dirección. Para esta tarea primaria estará condicionado por el empresario
indirecto y por la función que cumpla el Estado en cuanto a la política
económica, laboral, financiera y de inserción internacional. Así, la tarea del
empresario privado, que pareciera a primera vista “individual”, se transforma en “social” por el
funcionamiento del principio de la función subsidiaria, que la condiciona tanto
positivamente como en forma negativa.
La segunda responsabilidad del empresario
directo es que, como único conocedor de los costos de producción y las
condiciones del mercado, puede discriminar entre los titulares de los factores
productivos. Aquí se dará un permanente conflicto entre los intereses privados
y los sociales en la medida que los precios que pacte el empresario impliquen
desmerecimiento “injusto” o “inequitativo” para alguno de los titulares de
factores productivos. Precisamente, aquí
estaremos ante un tema de relación con el empresario indirecto y su grado de
regulación o libertad económica para la acción empresaria privada, condicionado
por el tipo de modelo económico social que la sociedad decida implementar para
organización de los sectores productivos y el grado de inserción internacional.
Finalmente,
la
tercera responsabilidad del empresario directo es claramente
cualitativa, posiblemente, la más profunda y compleja: reconocer en las formas
de organización de la producción la necesidad de logar un trabajo
personalizante, que respete el sentido de responsabilidad y promueva la
iniciativa propia de los que trabajan en la empresa, al margen de la
remuneración salarial, de tal forma de proveer una organización de la
producción participativa que respete la dignidad y libertad del hombre. Estas
formas de organización de la producción, tomando en cuenta la naturaleza del
mundo globalizado que potencia la inteligencia y la inventiva en las
organizaciones, es posible que puedan ir tomando formas más generalizadas en la
organización del trabajo y ocupan un lugar privilegiado dentro de las
recomendaciones de la Doctrina Social
de la Iglesia.
3.- LA ÉTICA COMO VENTAJA COMPETITIVA:
En
el mundo interrelacionado del nuevo siglo, y más aún en Argentina y América
Latina, debería tratarse de desarrollar y hacerse reconocer la importancia del
papel que debe cumplir el empresario directo en el dominio de la naturaleza,
con sus expresiones más próximas, como son
el descubrimiento de las oportunidades, la creación de empresas, la
oferta de nuevos puestos de trabajo y, finalmente, el aumento de la producción
de bienes y servicios, todo en el marco de las responsabilidades que le
corresponden atendiendo a los condicionamientos que le generan las normativas y
la acción del “empresario indirecto”.
El
lenguaje estrictamente económico en
general, y el de las escuelas de negocios en particular, han avanzado sin
contemplar la dimensión moral y religiosa, posiblemente por aceptar,
implícitamente, que se limitaría el objetivo del beneficio o las posibilidades
de éxito. La cuestión es si será posible plantear una visión que supere la idea
de que dedicarse a hacer negocios es visto como algo dominado por un espíritu
“materialista” y “egoísta” sin admitir, en cambio, que existe una moral de los negocios compatible con el cumplimiento de los
objetivos de la empresa.
Desde
el comienzo no debe perderse de vista todo lo planteado en el apartado referido
a los empresarios “directo” e “indirecto”, ya que una apreciación de conjunto
de esas ideas pondrá en su justo lugar la recomendación de Juan XXIII en la Encíclica Mater
et Magistra, a propósito de que la forma de organización de la actividad
económica en las sociedades debe ser tal
que facilite a los sujetos económicos el ejercicio de las virtudes. Este enfoque daría enorme importancia a dos
aspectos: primero, a la conciencia social necesaria sobre los objetivos de la
actividad económica; y segundo, a la política económico-social fijada por el Estado
como marco en su responsabilidad de empresario indirecto.
Es
decir que la forma de organización de la producción resultante del acuerdo
social, debe ser tal que las desviaciones de un código moral básico o mínimo
para hacer negocios sean pasibles de castigo. De no ser así, las normas éticas
y morales se alejarán cada vez más de los negocios, debido a que el orden macroeconómico vigente hará
difícil el ejercicio de las virtudes al empresario que desea permanecer en el mercado. Esta observación motiva un interrogante
central: ¿es posible pensar en hacer negocios moralmente como una ventaja
competitiva?.
a) La moral en los negocios como
ventaja competitiva:
Si
se parte de la idea clave de la filosofía socialcristiana de que el hombre debe
constituirse en “cocreador”, perfeccionando la Creación por medio del
dominio de la naturaleza para poner sus frutos al servicio de todos los
hombres, entonces, esta acción transformadora debe ser instalada por la
sociedad en un marco organizativo que la garantice(principio de subsidiariedad)
y facilite como algo moral. Más
precisamente, la sociedad debe establecer un orden en el cual sea factible
hacer negocios ejercitando las virtudes y respetando un código moral.
Es
sabido que hacer negocios puede llevar a adoptar conductas inmorales, pero esto
no es imprescindible, ni menos condición necesaria para obtener resultados
positivos. Si no es posible acercar la
profunda y positiva colaboración del hombre en la “co-creación” al hecho de que
esa misma acción respete o reúna los requisitos éticos, se llegaría a una
incongruencia sustancial que, seguramente, acarrearía consecuencias negativas
para la humanidad. No se podría avanzar
lo suficiente en el dominio de la naturaleza porque no habría ninguna
“motivación” o justificación existencial, o alternativamente, se conseguiría un
alto grado de explotación de los recursos sin respetar la justicia distributiva
y/o lesionando la ecología.
Para
progresar en este argumento hay que avanzar en dos niveles: en la conciencia y
organización social y, paralelamente, en el del empresario o dirigente de
empresas. En una sociedad incapaz de
establecer un orden macroeconómico que facilite la tarea de hacer negocios
ejercitando las virtudes, se presentará la grave situación donde acciones legales
sean inmorales. Y esta situación le
produciría gran incertidumbre ética al empresario, obligado a tener una clara
concepción moral más allá del grado de conciencia social explícitamente
aceptado por el orden legal.
Este
sería el escenario más conflictivo para el empresario, y le exigiría la mayor
claridad para realizar honestamente sus negocios. En un marco incierto de pautas morales
sociales, más necesario será que las tenga el empresario. Pero, para que se vea atraído a asumirlas,
debe comprender que el comportamiento moral en los negocios es una ventaja
competitiva que contribuirá, progresivamente, a generar oportunidades y no
pérdida de negocios.
Por
supuesto que es posible observar notables éxitos en los negocios con base en
acciones ilegales e inmorales, pero precisamente de aquí se deriva la
recomendación de que el “empresario directo” promueva por medio de su acción
individual y colectiva(entidades empresarias e intermedias) recomendaciones y
acciones hacia el “empresario indirecto”, tendientes a establecer un orden
macroeconómico para los negocios que facilite el ejercicio de las virtudes,
progresando limpiamente hacia el establecimiento de un código social cuya
transgresión implique, por medio del proceso que corresponda, el costo privado
y social para el transgresor.
b) Las lecciones del mundo
globalizado:
Lo
acontecido en el mundo globalizado llama la atención en la última década y,
sobre todo, luego de la crisis de 2008, sobre la ética en los negocios y en la
relación estructural entre la globalización financiera y el capitalismo
industrial, es decir, entre el mundo financiero y el mundo de la producción y
el empleo.
Los
primeros casos detonantes a partir de acciones inmorales, parte de lo
acontecido con las empresas norteamericanas Enron y Worldcom, que fraguaron sus
balances para influir en el valor de las acciones cometiendo actos ilegales e
inmorales, tanto desde el punto de vista individual como social. Ambas
recibieron, junto a sus directivos, duros castigos derivados de las reglas de
juego del propio sistema. Al mismo tiempo,
Arthur Andersen, la hasta ese momento
consultora top a nivel mundial, prácticamente se desintegró y
desapareció por su grave responsabilidad en certificar aquellos estados
contables fraguados. Todo ello provocó una grave crisis en la bolsa de Nueva York
y reformulaciones en la función de los contadores, directorios y síndicos a
nivel mundial.
Además
de los casos de Parmalat y Authold a nivel europeo que incurrieron en
flagrantes irregularidades en sus estados y auditorías externas, cabe destacar
a esta altura las derivaciones morales y éticas de la última gran crisis
financiera mundial, iniciada con la
crisis de hipotecas subprime en los EEUU. Además del caso emblemático de
Madoff, extremo de irregularidades en materia de control de la propia Reserva
Federal norteamericana, debe destacarse
la caída de Lheman Brothers, la más destacada compañía financiera de EEUU, y el
impacto que generaron la multiplicación de los instrumentos derivados y
colaterales por medio del descuento de carteras en todo el sistema financiero
globalizado. En este panorama no debe descuidarse de remarcar una consecuencia
relevante de enorme impacto: Wall Street ha desaparecido como sociedad de bolsa
dominante a nivel mundial y ha sido absorbida por la bolsa de Frankfurt de Alemania. Se concretó una fusión y la mayoría
accionaria la tiene la bolsa alemana.
Este hecho relevante, postcrisis del 2008, ha sido planteado
como un tema existencial en New York, pero, es así: la bolsa de Nueva York no
existe en su potencia e independencia previa a la crisis atendiendo a las
múltiples irregularidades que se permitieron por su intermedio. Debe decirse
claramente: sin la bolsa de Nueva York no sería posible generar las burbujas
financieras y toda las cotizaciones fictícias basadas en la enorme generación
de hipotecas subprime..
A
esta altura, el propio gobierno de EEUU lleva adelante juicios múltiples contra
empresas y directorios y plantea impuestos especiales de penalidad a los que
incurrieron en transgresiones ilegales. Pero, visto desde la ética y la moral
en los negocios y a partir de lo presentado en este apartado, posiblemente, la
enseñanza más importante de la crisis financiera mundial de 2008, deba
encontrarse en el predominio de la especulación financiera con respecto a la
alternativa del financiamiento de la inversión y la producción: capitalismo
financiero versus capitalismo industrial. La superabundancia de capital
financiero, multiplicado por el funcionamiento online de las bancas y bolsas
como de los instrumentos colaterales que la “industria financiera” actual ha
creado, se ha canalizado a operaciones de alto rendimiento incompatibles con la
rentabilidad de los proyectos productivos. Esto constituye un enorme desafío
para el futuro, respecto del cual deben reaccionar las bolsas asiáticas y
latinoamericanas como los gobiernos en sus políticas financieras y cambiarias.
Un efecto positivo de la crisis de 2008, es el de una mayor participación,
reconocida postcrisis, a los países y regiones emergentes, pero, todo está aún
muy volátil, como lo demuestran los acontecimientos de crisis del límite de la
deuda en EEUU y la persistencia de los desajustes en la Unión europea.
Estos
detonantes ejemplos, se constituyen en llamados de atención para la necesaria
existencia y reconocimiento de la moral en los negocios como ventaja
competitiva. Es decir que, puede
esperarse que la economía misma y los negocios globales interrelacionados
exigirán e impondrán, cada vez más, la necesidad de vincularse y hacer negocios
con empresarios, dirigentes de empresas, directorios y asambleas de accionistas
con códigos éticos manifiestos y públicos.
4.- HACIA UNA ESPIRITUALIDAD DEL EMPRESARIO:
Luego
de los aspectos anteriormente referidos, queda clara la importancia de la
función del empresario en el mundo de hoy, en general, y en América Latina y
nuestro país en particular. La presencia empresaria es fundamental para
identificar oportunidades, descubrir
necesidades insatisfechas, coordinar los recursos productivos para afrontar la
organización de la producción y, produciendo finalmente los bienes o servicios,
satisfacer las necesidades de los ciudadanos.
Desde
un punto de vista más existencial, el empresario es factor fundamental para
colaborar en el dominio de la naturaleza y ponerla al servicio de los demás
hombres, colaborando de esta forma con el perfeccionamiento del mundo material,
a partir de un don de la
Creación que se presenta al hombre para dominarla y facilitar
que todos y cada uno tomen de ella lo necesario, no solamente para su subsistencia sino, también, para el progreso material y
espiritual como respuesta a la presencia en el mundo de un hombre con destino
de trascendencia.
Es
por ello que el empresario, ya sea que crea en Dios o se manifieste como un
humanista, pero que se siente comprometido con el destino del hombre y la
naturaleza, resulta un sujeto imprescindible como colaborador de la
“co-creación” y afronta la responsabilidad transformadora del mundo material
que llevará, genuinamente, a la superación sustentable de la indigencia y la
pobreza por medio del aumento de la producción y la creación de empleos de
calidad bien remunerados.
Esta
importante tarea requiere de un “empresario indirecto” y de toda la sociedad,
que sean capaces de crear las condiciones de largo plazo dentro de las cuales
sea factible la tarea del “empresario directo” que, asumiendo el riesgo
empresario, ponga en operación los proyectos que lleven al pleno empleo y el
bienestar.
Ante
esta concepción, la Asociación Cristiana
de Dirigentes de Empresa(ACDE Córdoba), considera necesario avanzar en la
construcción no solamente de una mística
empresaria transformadora y creativa respecto al mundo material, sino también
de una espiritualidad acorde con la envergadura de la responsabilidad privada y
social que debe afrontar este sujeto social.
Por
ello ACDE Córdoba asume el compromiso de trabajar en la gestación de los
pilares que deben orientar una moral empresaria que haga congruente el éxito en
los negocios con la salvaguardia de valores humanos y trascendentes, como
también progresar en el desarrollo de una espiritualidad que sirva de soporte
al accionar productivo. Todo ello congruente con una concepción sustancial de colaborar
en la transformación del mundo material como parte de un plan trascendente que
debe permitir al hombre, por medio de la superación de la indigencia y pobreza,
acceder a un mundo más humano, que le facilite el acceso a la cultura y a
formas superadoras de vida que le otorguen un ambiente social de libertad para
pensar en la trascendencia.
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